Sawadogo
SAWADOGO
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“To my mind, the greatest reward and luxury of travel is to be able to experience everyday things as if for the first time, to be in a position in which almost nothing is so familiar it is taken for granted.”
- Bill Bryson -
África es lo poco que queda para la fantasía. África ha estado durante siglos en el imaginario colectivo como un lugar donde pasaban las cosas más extraordinarias. Hasta el siglo pasado África evocaba a los grandes exploradores como Livingston, Burton o Mungo Park. Aquellos que se enfrentaron a un lugar que no tenía más que incógnitas, historias, monstruos y caníbales. Poco a poco África se ha ido descubriendo ante nosotros y mostrando sus secretos. Ahora podemos adentrarnos en el continente mágico y ver de primera mano lo particular de sus parajes y gentes. Sin embargo, es una tierra que sigue escondiendo historias que parecen irreales y gentes que se demuestran extraordinarias.

África sigue siendo el continente de las fronteras hechas a escuadra y cartabón, de los jíbaros, el vudú y la guerra. Es el territorio donde Mswati III vive con sus 14 esposas en sus 14 palacios. En definitiva, es el continente del que podemos esperar cualquier cosa. Como cuando Mwepu Ilunga en el mundial de 1974 dejó una de las imágenes más graciosas de la historia del fútbol; Brasil gana 3-0 a Zaire, falta al borde del área y Rivelino se prepara para lanzar. Pita el árbitro y Mwepu sale escopetado de la barrera y da un punterazo a la pelota. Tarjeta amarilla, Ochenta mil almas llorando de la risa y Rivelino, desconcertado, falla la falta. Muchos defienden que no se sabía el reglamento, pero yo prefiero estar con su versión:"Veía el gol en los ojos de Rivelino, tenía que hacer algo."Se cuenta que tras la derrota 9-0 en la previa frente a Yugoslavia, el equipo de Zaire tenía amenaza de no volver al país si caían por más de 3-0 frente a Brasil.

África es el continente que nos recuerda que en este mundo aún hay un lugar para las cosas impensables, y también para los sueños. Soñadores de cosas terribles, auténticos megalómanos sanguinarios, pero también hemos visto locos de atar que han dado lecciones de humanidad al mundo entero.

En este último grupo se encuadra Yacouba Sawadogo. Un optimista irredento que desde su adolescencia se mostró inasequible al desaliento. Los sueños son importantes, pero más importante que los propios sueños es el sudor que ha de acompañarles para que se conviertan en realidad. Si me preguntaran a mí, creo que el esfuerzo gana al talento el 100% de las veces en las que el talento no se esfuerza. De la misma manera, los sueños no se transforman en realidad porque uno los piense muy fuerte, sino porque hace todo lo que está en su mano por construir pedacitos de realidad tras cada salida del sol. Los sueños se pueden soñar por la noche pero se construyen de día. La tierra entre el amanecer y el anochecer es el terreno donde uno pelea su sueño.

La verdad es que un sueño puede empezar por una idea simple antes de convertirse en algo extraordinario. Yakouba tenía una meta tremendamente lícita: No quería que el desierto le expulsase de su casa, ni a él ni a las otras muchas tribus que tenían que emigrar de sus aldeas natales porque se hacía imposible cultivar ninguna cosa. El desierto iba ganando terreno lenta pero inexorablemente e iba eliminando todo rastro de vida a su paso. Sawadogo supo que la única manera de cortar su avance era sembrando semillas y árboles, semillas que se agarraran a la tierra e hiciesen de barrera y alimentaran a sus gentes. Árboles que diesen cobijo a los animales, árboles que diesen sombra. Solo había un problema, en esa tierra las semillas se mueren, el desierto les gana la partida, lo sabe todo el mundo. Sawadogo pensó que todo el mundo no tenía razón.

Muchos le tildaron de loco cuando empezó a plantar árboles. Muchos se rieron de él cuando uno tras otro los árboles se le iban muriendo; "Un Chiquillo de 15 años qué va a saber de cómo plantarle cara al desierto. Al desierto no se le puede plantar cara." En esas ocasiones, Sawadogo miraba al frente y redoblaba el esfuerzo. Cambiaba de variedades, intentaba otros métodos, los árboles morían. Sawadogo miraba al frente y redoblaba el esfuerzo. Intentaba aprender, buscaba qué habían hecho otros, qué le podía funcionar. La gente seguía diciendo que era imposible y los árboles seguían muriendo. Sawadogo miraba al frente, se mordía los labios, y redoblaba el esfuerzo. Yakouba cumplía 17 años y ya estaba casi convencido de haber dado con la tecla; El Zaï, un método ancestral apoyado en la boñigas de vaca y la madre naturaleza, sin embargo los árboles murieron, un incendio arrasó la aldea. Sawadogo miraba al frente y redoblaba el esfuerzo. Ya cuenta con 18 años, trabaja para poder comprar semillas que le mata el desierto perseverantemente hasta que un día… las semillas no mueren.

Un chico, un chaval de 18 años, ha conseguido infringirle al desierto su primera derrota. Queda grabado el lugar de la batalla: Courga, Burkina Faso. Yakouba ha conseguido lo impensable, los cultivos prosperan mucho más allá de lo que cualquiera hubiera imaginado. La guerra contra el desierto ha dado un vuelco, Sawadogo mira al frente y redobla el esfuerzo. Va de aldea en aldea plantando árboles y predicando el método de siembra que vence al desierto. La gente le mira como a un loco hasta que dejan de hacerlo. Entonces Sawadogo se convierte en un líder, con un gran movimiento detrás y muchos fieles junto a él.

Lo que queda de esta historia son los 3.000.000 de hectáreas ganadas al desierto. Los millones de personas viviendo de la agricultura, los árboles. Y sin embargo la parte importante es el chaval de 15 años que día tras día tenía que luchar contra viento y marea sin el apoyo de nadie. Un chico obstinado hasta el extremo que no quiso que su familia se tuviese que retirar porque el desierto es implacable. Esta es la historia de un loco que no quiso aceptar un imposible. Es la historia de alguien que estaba dispuesto a defender su sueño hasta las últimas consecuencias.

La gente ríe y brinda porque le han ganado la guerra al desierto. Y sin embargo, Sawadogo mira al frente y redobla el esfuerzo.

Un abrazo

Mr Bellota

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